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Discusiones

El uniforme escolar, un obstáculo para la expresión de la identidad

El otro día recordé mi polo garabateado del último día de clases en el colegio, mi cartuchera llena de dibujos hechos con Liquid Paper, la batalla diaria con los profesores por querer estar con el cabello suelto o con un sujetador que saliera de los colores institucionales. También recordé la necesidad que tenía de intervenir mi buzo de Educación Física, al cual le cosí varias equis en hilo blanco en los bolsillos del pantalón.

En mi memoria, la etapa escolar, a parte de ser un momento repleto de inseguridades y granos, era un momento en el que buscaba muy empeñosamente decir algo sobre mí: qué bandas me gustaba, qué personajes idealizaba, quién era mi último crush, etc. El colegio es este lugar idóneo, donde la mayor parte de la socialización ocurre y donde la interacción entre pares es de gran importancia para la forma en la que uno se ve así mismo. También, es justo en secundaria cuando más quieres expresar tu individualidad, así sea solo para comunicar que “ya no eres un/a niño/a”.

El colegio, sin embargo, genera una grandísima traba para los adolescentes que quieren expresarse. Las pintas en mi mochila, las cosidas en mi buzo y los accesorios “transgresores”, parecieran, más que acciones aisladas, las únicas salidas que veía para poder diferenciarme del resto y generar identidad. Y es que recordemos que en términos de vestimenta, el colegio busca borrar la singularidad de cada alumno, imponiendo como parte del reglamento interno el uso de un uniforme escolar, por lo que la única forma de expresar la identidad personal (o las primeros versiones de ella) solo se podía dar a través de accesorios que no estaban regularizados, como las cartucheras, y las estrategias de “caletear” la indumentaria transgresora.

Ya en mi vida adulta, la ropa ha sido mi gran aliada para poder elaborar y re-elaborar mi identidad. Sin embargo, en la etapa escolar, en la que el principal espacio de socialización es el colegio, se me obligó por 11 años a vestirme como el resto de mis compañeros.

Poder comunicar libremente algo tan interno como tu identidad parece casi imposible en un lugar donde toda expresión de singularidad está obligada a ser borrada.

Veamos un poco la historia de los uniformes en Perú, la cual tuvo dos etapas. En los 40s se instauró el Uniforme Comando, influenciado por la vestimenta utilizada en la Segunda Guerra Mundial, que comprendía el uso de pantalón y camisa color caqui, corbata y zapatos negros. Este uniforme era utilizado principalmente por las escuelas públicas; aunque en las horas de Instrucción Pre-Militar (establecidas a una hora semanal) el Uniforme Comando era utilizado por escuelas particulares debajo del saco distintivo de cada institución.

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Publicidad de la marca de uniformes Combate. Extraído de arkivperu.com
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Desfile pre militar del colegio privado Champagnat (1952). Extraído de arkivperu.com

La segunda etapa inicia a comienzos de los 70s, con la idea de presentar un uniforme económico, resistente a los años y estándar. Así, con el gobierno militar de Velasco Alvarado, se reglamentó el Uniforme Escolar Único, el cual debía ser usado obligatoriamente por toda institución educativa pública y particular. Este uniforme consistía en pantalón largo gris, camisa de manga corta blanca, medias grises y zapatos negros, y para las mujeres un vestido jumper de color azul con escote en “V”, blusa celeste y medias marrones. Este último, luego, se modificó al vestido jumper con tirantes delanteros en forma de “H” y traseros en forma de “X” color gris, blusa blanca y medias grises.

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Publicidad de la marca de uniformes Texoro. Extraído de arkivperu.com

Actualmente, el uniforme color “gris rata” aún perdura en los colegios estatales, y en la mayoría de privados confeccionan un uniforme de acuerdo a un diseño y una paleta de colores institucionales. Ya han pasado más de 50 años desde la instauración del Uniforme Comando y aún persiste la obligación en cada colegio (al menos para la gran mayoría de ellos) de vestir a todo su alumnado de la misma forma.

Si el número de alumnos promedio en un colegio con primaria y secundaria fuera el de 1320 (como era el caso de mi colegio) ¿te imaginas  ver a 1320 personas vestidas igual que tu?

La idea de castigar la libre creatividad y tu expresión personal es bastante similar a lo discutido anteriormente con la huachafería (para quien aún no lee los otros post de este tema, lo invito a hacerlo aquí), porque finalmente el objetivo de “huachafear” a alguien es castigar lo que sale fuera de esta uniformización y, con ello, mantener intacto y reproducir el reinado del “buen gusto”. No es de sorprender, entonces, que este “buen gusto” se base en los mismos valores e ideas que los uniformes escolares: la mesura y el orden.

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Reglamento interno del colegio particular Trener para la vestimenta de los alumnos dentro del plantel escolar. Extraído de la página web de la institución.

También es necesario notar que en el reglamento del uniforme escolar solo hay una distinción válida: el sexo con el que naciste (y el estatus, pero eso no lo trataré acá). El uniforme solo proporciona un solo dato del alumno, el cual se convierte en el principal y único distintivo para saber quién es; como si esa información fuera nuestra carta de presentación al mundo. Si es mujer, usa falda, y si es hombre, usa pantalón; no hay nada más que se deba saber. Claramente, hacerte encajar solo en estas dos posibilidades también es una violación de tu propia libertad, pues, a esta altura, ya es bastante claro que el acto de vestirnos implica mucho más que eso.

Lo más problemático de todo este tema es que opera a través de la lógica del castigo, la autoregulación y la normalización. El colegio tiene un reglamento de uniforme escolar que debe cumplirse y que propone castigos a quien lo desafíe. Con ello, no solo tienes a los profesores monitoreando, como parte de su trabajo diario, a algún alumno transgresor, sino también a los padres que pasaron por lo mismo y que normalizaron este reglamento y los ideales de los cuales se basa. Seguidamente, tienes al alumno que, ya sea porque quiere mantener su récord académico o porque ya no quiere tener amonestaciones, empieza a autoregular su comportamiento. Esto resulta en que la asociación entre las pautas del uniforme escolar (vestimenta y accesorios correspondientes al sexo, colores sobrios, etc.) y sus ideales (formalidad, decencia, elegancia, etc.), se normaliza en el pensamiento del alumno, y se afianza también en el de los profesores y los padres. Esta última premisa suena bastante lógica si recordamos que son 11 años de condicionamiento en una etapa importante de socialización.

Finalmente, me pregunto ¿qué pasaría si no nos hubieran dicho “sácate ese arete”, “córtate el pelo”, o “las señoritas usan falda”? Tal vez seríamos más abiertos a la auto-exploración, sin miedo a que censuren o cuestionen nuestros gustos. Pero, sobre todo, tal vez seríamos más tolerantes y respetuosos con las diferentes formas de expresión.

*Ilustración de la entrada: Libro para niños “Stories About Linda and Lee” (1960) intervenida por mí.