decolonizar la moda
Discusiones

Saber quién hizo nuestra ropa no es suficiente. ¡Urge decolonizar la moda!

No creo que exagere al afirmar que casi todas las aristas de la industria de la moda traen consigo una problemática distinta. Y es curioso, porque a pesar de la cantidad de información acerca de lo contaminante y esclavizante que es la industria, además de hegemónica y elitista, seguimos adorándola casi sin cuestionarla. Que tire la primera piedra quien a pesar de saber lo negativo de las fast fashion ha dejado de comprarles o de consumir su contenido. ¿O quién no ha celebrado el intento de muchas marcas de incluir “cuerpos reales”, pero sigue criticando su propio cuerpo si este no es hegemónico? ¿Quién no trata de buscar descuentos o se escandaliza cuando se topa con alguna prenda cara, sabiendo que detrás de esta probablemente hay mano de obra injustamente pagada?  Tal vez muchxs seamos conscientes de la problemática a la que alimentamos, pero entonces, ¿qué hacemos al respecto? En este artículo exploramos un poco sobre qué significa decolonizar la moda. Alerta de spoiler: Urge entenderla para poder tratar de cambiar las cosas.

Primero lo primero: ¿Qué es decolonizar?

Si bien se ha venido hablando mucho sobre la importancia de decolonizar la moda, es vital comprender e interiorizar su significado y relevancia.

Partiremos por algo así como la santísima trinidad de este concepto:

Modernidad, colonialidad y decolonialidad: Cada una de ellas no existe sin el resto.

La modernidad, por un lado, nombra a un proceso marcado por la búsqueda de supremacía mundial por parte de Europa y tiene como hito a la conquista de América. A partir de estos sucesos, hubo un punto de inflexión en el entendimiento de la vida, la política, el arte y la cotidianidad del mundo, ya que el discurso de modernidad pretendió ser universal y se sostuvo (y sostiene) en un sistema de poder que cataloga a lo eurocéntrico como lo único válido.

La colonialidad, a su vez, devino en un sistema que clasificaba al mundo en: superior e inferior, racional e irracional, tradicional y moderno y civilizado o salvaje. Y fue también que a partir de las ideas de raza y género que personas, conocimientos y costumbres originarias se convirtieron en proyectos civilizatorios que trataron de borrar todo lo que consideraron “inferior”. A partir de este proceso, se decretó al hombre blanco europeo como el único capaz de producir conocimiento, y a su vez, al indígena como salvaje. La misión de “civilizar” y conquistar tanto a personas como espacios, justificó y normalizó muertes y la explotación continua de las personas y de la tierra.

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La decolonialidad, finalmente, es la resistencia a este proceso, por lo cual le es inherente y surge como contención y medio de reconstrucción, y nos llama a desligarnos de la narrativa de la modernidad, pues esta niega la validez de lo que le es diferente. 

No nos debería sorprender, entonces, que a pesar de que muchas de las voces que difunden la decolonialidad pertenezcan a los Estados Unidos o Europa, esta se base en el trabajo de difusión de estudiosxs latinoamericanxs como Aníbal Quijano, Walter Mignolo y Catherine Walsh. 

El proyecto de decolonización es entonces la búsqueda por desvincularnos de estas dicotomías (superior e inferior, salvaje o civilizado, etc.) y entender que no hay una sola modernidad válida, sino un pluriverso de modernidades: “Un mundo en el que ninguna cultura o civilización pueda tomar la autoridad para nombrar, clasificar y abusar de todo lo que la rodea; un mundo de diálogo y respeto intercultural, en el que la ‘diferencia’ ya no se define como indeseable sino como una parte evidente y enriquecedora de la vida” (Gordon, 2015).

Decolonizar… la moda

Volviendo a nuestra área de interés, la moda es una industria cuyas bases se han forjado en valores coloniales. Decolonizar la moda significaría entonces interpelar de manera crítica sus preceptos.

¿Y cuáles son estos?: Toda idea hegemónica respecto al cuerpo alimentada por la industria, la línea entre lo bello y lo exótico, la distinción entre moda-arte y artesanía, y  la normalización de la explotación del hombre y de la tierra para justificar al capital.

decolonizar la moda
Decolonizar la moda. Fuente: Aditi Mayer.

Y en este punto nos es útil recurrir a las dicotomías impuestas por el colonialismo que mencionábamos en la primera parte, ¿recuerdan?: “lo moderno y lo tradicional”, “lo superior o lo inferior”, y llevándola a nuestro campo: “la moda y la no-moda”.

La visión eurocéntrica, entonces, traza una línea que separa toda expresión del vestir y la divide en dos: “moda”, la que ya conocemos, y “no-moda”, la cual es “exótica”, “artesanal” o “típica”.

De esta manera, cualquier lenguaje visual, técnica o reproducción del vestir no eurocéntrico no está dentro de lo que imaginamos cuando escuchamos o leemos la palabra “moda”. Es más, si cierras los ojos e imaginas algo relativo a esta palabra, es muy probable que lo primero que veas sea una pasarela o algún diseñador o diseño de Europa o Estados Unidos.

Por tanto, lo que hoy conocemos como la industria de la moda (romantizada a más no poder), opera bajo preceptos coloniales, los cuales la han moldeado de manera tal que hoy se constituye como una de las industrias más contaminantes, esclavizantes y racistas que existen.

Y si bien ha surgido un activismo que intenta generar cambios, al ignorar todo esto, cualquier iniciativa se quedará en lo superficial. El verdadero cambio, el real “fashion revolution” es tratar de hacer un cambio sistémico. Esto es: reaprender todo lo que sabemos y creíamos saber, y tratar de desvincular lo colonial de lo que siempre fue nuestro.

Hoy en día, activistas e investigadorxs como Aditi Mayer, Martina Barroeta de Fashionerd.cl, el portal Culturas de moda y la cuenta Nación moda, son algunes de los que exploran la decolonialidad en torno a la moda, aportando teoría y acción en la lucha por una nueva industria.

¿Y qué pasa en el Perú?

Empecemos por recordar a la dicotomía “moda y no-moda”, mencionada anteriormente. La moda en el Perú estaría conformada por la industria textil y del vestido y por todos sus jugadores: usuarixs, empresarixs, trabajadorxs, etc. Por otro lado, la no-moda sería la relativa al tejido y al vestir no eurocéntrico.

La moda peruana, entonces, encarna también a este sistema explotador, contaminante y racista del que hablábamos antes en un contexto mundial. Sus formas de perpetuar la opresión también se reproducen en el contexto local. Sabemos por hechos concretos que la moda peruana es elitista, discriminatoria no sólo por raza, sino que también por género o cuerpo, y que explota y contamina sin cuestionamientos.

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¿Qué significaría entonces, decolonizar la moda en el contexto local? Pues interpelarla y desvincularla de todas aquellas dicotomías que inferiorizan a algunas personas, lenguajes, costumbres y vestidos.  

Para ejemplificar esta teoría en el contexto local, comenzaremos señalando la figura del “diseñador”. ¿Qué hace al “diseñador” distinto de quien denominamos “artesanx”? ¿Tal vez algún tipo de grado académico? Y si fuera así, ¿por qué hay “diseñadores” conocidos que, sin haberse graduado de alguna universidad importante, se siguen llamando así? ¿Tal vez sea el uso de cierta tecnología lo que los diferencia? Entonces, el diseño aplicado al tejido a palitos, al macramé o al bordado a mano, ¿se convierte automáticamente en artesanía?

Muchas marcas locales emplean el textil andino, formando alianzas incluso con comunidades de algunas regiones del Perú (cuyo conocimiento de técnicas de tejido, tanto como del uso del color, material y forma es enorme), sin embargo, me pregunto si alguna vez supimos el nombre completo o conocimos el rostro de quienes formaron parte de este proceso en los medios sin que su figura sea instrumentalizada.

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Recordemos el caso de la tienda Sol de Alpaca en Larcomar en el año 2015. Mujeres cuzqueñas fueron invitadas a esta tienda a tejer en telares de cintura. La tienda las ubicó estratégicamente en una vitrina para que, desde afuera, se pueda ver el proceso de trabajo de los productos que vendían.

Muchas preguntas me surgen a partir de este caso: ¿las invitaron a compartir sus conocimientos en otras plataformas? ¿habrán tenido la oportunidad de presentarse y conversar con los clientes acerca de su trabajo en algún otro espacio que no sea la vitrina? ¿alguna vez han invitado a algún diseñador conocido a dibujar en una vitrina, sin darle la oportunidad de hablar ni de darle los créditos correspondientes con nombre y apellido? Juzguen ustedes mismxs.

Este es sólo un caso de tantos para ejemplificar lo profundo del colonialismo en nuestra apreciación del sistema de la moda en el contexto peruano. Como lo dijimos al principio, todas las aristas de la moda pueden ser evaluadas con esta nueva perspectiva, la cual nos invita a desvincular aquellas dicotomías que inferiorizan a lo no eurocéntrico.

¿ Y cómo hacemos?

Finalmente, dejamos algunas ideas de acción para poder poner en práctica el decolonizar la moda:

  1. Como diseñadorx: el activismo en la moda no alcanza si lo que planteamos es superficial. No basta con estampar mensajes feministas o ambientalistas en polos o emplear lenguajes gráficos precolombinos. Hace falta reaprender y repensar cómo abordamos estos temas. De igual manera, desaprender la dicotomía arte – artesanía y replantear cómo abordamos nuestra forma de diseñar.
  2. Como marca: Abordar problemáticas sociales de manera superficial sólo generará marcas que caigan en el greenwashing y en el tokenismo. Un mensaje sin análisis, pensamiento crítico y acción, no tiene sentido.
  3. Como usuarix de moda: El fashion revolution nos queda corto. Reaprender lo que conocemos como moda para poder exigirle a quienes la producen un cambio real.

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Finalmente, les invitamos a investigar más sobre este tema. Si bien la bibliografía y otros recursos informativos actualmente son escasos, urge entender lo que significa decolonizar(nos). No sólo la moda, sino que en todo sentido.

Y con todo esto, no queremos negar la validez del pensamiento occidental, sino que debemos entender que esta no es la única verdad y, por tanto, esta no puede ser universal. Cabe agregar que el decolonizar tampoco es una filosofía o una rama de la sociología o la antropología, ni mucho menos está ligada a alguna opción política. Es una invitación a desaprender lo que alguna vez nos contaron como única verdad. Urge decolonizar la moda, el activismo superficial no alcanza.


Portada por Lorena Naveda

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